El citomegalovirus es un virus frecuente que puede infectar a casi cualquier persona. Una vez que te infectas, el cuerpo retiene el virus de por vida. La mayoría de las personas no sabe que tiene el citomegalovirus porque es muy raro que cause problemas en personas sanas.
Pero si estás embarazada, el citomegalovirus es motivo de preocupación. Si una mujer tiene una infección por citomegalovirus durante el embarazo, puede transmitirle el virus al bebé, que entonces podría presentar signos y síntomas.
Su incidencia está entre el uno y el cuatro por ciento de las gestantes no inmunizadas. Si la madre enferma, el 40% de los fetos se infecta y un 10% presentará síntomas al nacimiento.
De ahí la importancia de que el estudio del CMV se incluya en los controles del embarazo para detectar su presencia.
¿Qué riesgos tiene para el bebé?
Los peligros para el feto son mucho más importantes que para un adulto: puede afectar a su desarrollo general, sobre todo al cerebro.
Los síntomas más frecuentes derivados de esta infección son:
- Retraso del crecimiento intrauterino y bajo peso al nacer.
- Parto prematuro.
- Afectación reticuloendotelial. Es muy común y se presenta como exantema petequial (erupción y manchas rojizas) o ictericia.
- Deterioro del sistema nervioso central. Daña al cerebro en formación, pudiendo provocar desde muerte neuronal a malformaciones. De hecho, este virus es el principal causante de microcefalias (tamaño pequeño de la cabeza).
El CMV se propaga con los fluidos corporales, como la saliva y la orina.
La infección fetal se produce tras el primer contacto de la madre con el virus, sobre todo durante el primer trimestre de gestación. Raramente ocurre si la futura mamá ya está inmunizada (por haberla padecido), aunque es posible.
Se conoce como “la enfermedad del hermano mayor”, ya que suelen ser los hijos pequeños quienes la traen a casa tras ser contagiados por otros niños. Por eso, las embarazadas que no estén inmunizadas deben tener especial cuidado y lavarse las manos antes y después de los cambios de pañal, y durante las infecciones catarrales.
Además, también puede transmitirse con los besos y las relaciones sexuales.
Una vez que el virus entra en el organismo, queda allí para toda la vida y puede volver a reactivarse.
Tratamiento
No hay programas universales para detectar la infección en los recién nacidos ni en el embarazo. De ahí la importancia de establecer programas de detección universal de la presencia de anticuerpos contra el CMV entre las embarazadas.
Porque, aunque un bebé que tiene la infección puede parecer sano, los problemas de salud o discapacidades pueden presentarse dos años o más después del nacimiento, o incluso no aparecer nunca.
Sin embargo, si se descubre la enfermedad a tiempo, la embarazada puede ser tratada con Inmunoglobulinas. Y el bebé, durante sus primeras semanas de vida, con antirretrovirales, que disminuyen la carga vírica y mejoran el pronóstico de la enfermedad.
Los estudios han demostrado que el tratamiento es beneficioso incluso para los recién nacidos que no presentan síntomas de la infección: reducen las complicaciones que pueden aparecer más adelante, mejorando sobre todo los problemas auditivos.
Así que como conclusión tenemos que quedarnos con la idea de que se trata de un virus muy peligroso para el bebé cuando la madre lo porta estando embarazada.
Como la CMV no suele presentar síntomas en los adultos, es necesario que la prueba de anticuerpos se incluya dentro de los análisis rutinarios a las embarazadas, ya que un tratamiento a tiempo puede reducir sus efectos graves.
Y es importante que los médicos expliquen las consecuencias del virus a las embarazadas y las medidas básicas para minimizar los riesgos de contagiar a sus bebés.